No existe mucha diferencia entre la Liga de Balompié Mexicano y los carrillones de viento que suelen ponerse en las puertas de algunos comercios para avisar, mediante un peculiar sonido, que alguien acaba de entrar.
Y es que este nuevo organismo, al igual que sucede con esos cilindros metálicos o cristalinos que penden de un hilo, sirve para hacer ruido, pero no para algo más.
Cuando meses atrás se anunció el nacimiento de la LBM se dijo con insistencia “que ya había de otra”, que ya había una vitrina diferente a la Liga MX o a la Liga de Expansión, sin embargo, la nueva liga se quedó en etapa embrionaria.
La liga pintaba mal desde que uno miraba los escudos de algunos equipos y descubría con asombro que estos eran el resultado de veinte minutos de inspiración en Paint o quizá en Word Art.
Las cosas empeoraron cuando se barajaron tantos nombres de equipo y sedes. Promesas y promesas, pero difícilmente había argumentos para creer en ellas.
Se anunció el regreso profesional de Lobos BUAP, pero el tímido aullido apenas duró un par de semanas porque prematuramente el proyecto en Puebla murió.
No podemos olvidar todo el escándalo que hizo el Cremonesse de Xalapa y toda la burda palabrería con la que aseguró tener amarrado al italiano Riccardo Montolivo, quien seguramente prefirió hacer cualquier cosa antes de desmentir los anuncios ramplones de un equipo que nunca fue tal.
La última pedrada, que seguramente terminará por destruir la endeble estructura de la Liga de Balompié Mexicano fue lanzada por una mano amiga, la del señor García, quien presume la presidencia del Atlético Ensenada.
Y es que el equipo emblema de la LBM, aquel que recibirá el primer partido del torneo si es que éste algún día se lleva a cabo, anunció con presunción la contratación de Ramón Ramírez como director deportivo, sin embargo, apenas 48 horas después de entrar en labores, el ex seleccionado mexicano rompió con el club.
Desde la presidencia se dicen muchas cosas. Todas, obviamente, a favor del club.
Las razones reales son tantas y tan increíbles como lo es el hecho de llamar liga profesional a algo que por muchos argumentos no lo es.
A Ramón no le consultaron sobre jugadores. Tampoco le avisaron que el Atlético Ensenada jugaría en una cancha con tan malas condiciones como la podría tener cualquiera del llano. Además, lo que no es poca cosa, recién llegado, le informaron que el equipo no tendría exclusividad de las instalaciones pues éstas tendrían que compartirlas con ligas amateurs.
Ya no hablemos de los vestuarios y los baños del inmueble de Valle Dorado, que cayéndose a pedazos y sin servicio de agua, no eran sino una falta de respeto al calificativo profesional.
Por si fuera poco, el equipo emblema de la LBM, se distinguió por economizar en todo, a tal grado que a nadie ha pagado pues busca cosas gratuitas o a un precio risible como sucedió con su escudo, el cual consiguió con base en un concurso y con un módico y tardío pago de 10,000 pesos al ganador del mismo.
Finalmente, en Ensenada se dice que el equipo ha contagiado de euforia a los habitantes del puerto, pero esto es algo muy lejano a la realidad. Y es que el equipo estandarte de la Liga de Balompié Mexicano apenas ha vendido cincuenta playeras de juego, cifra bajísima para una venta exclusiva que anunciaron ostentosamente.
Podríamos seguir, pero es más de lo mismo. Errores tras errores y una falta de respeto al término profesionalismo.
Si esto ocurre con el club emblema de la LBM no se puede esperar algo diferente del resto de equipos de un circuito que, tras un suspiro, murió.