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Alustiza: el final se acerca ya

POR OMAR RODRÍGUEZ

La carrera de Matías Alustiza está en una época otoñal. Le quedan unos cuantos meses y después, como ocurre con todo aquel que liga su vida al futbol profesional, los días entrenamiento, las bromas en los vestuarios y los juegos terminarán.

Hoy, a Matías Alustiza se le ve muy feliz. Sonríe casi todo el tiempo porque sabe que a éste no se le puede vencer. El tiempo le ha quitado velocidad. El tiempo lo ha regresado a Argentina a jugar con el modesto, pero aguerrido Club Santamarina de Tandil. El tiempo le ha indicado que es momento de jugar sus últimos minutos y regar sobre el pasto las últimas gotas de sudor. El tiempo, por supuesto, también le ha confirmado que pasar una vida al lado de un balón y gritar gol es algo para atesorar.

Hoy, el Chavo no es el más chavo de su club. Por el contrario, es de los más veteranos. Y esa misma longevidad le permite dimensionar cada tramo de cancha recorrida, cada disparo, cada sonrisa que deriva de un gol o de un balonazo desviado.

Hoy, cuando muchos años han pasado desde que pisó el Cuauhtémoc, apenas se comienza a dimensionar lo que en La Franja hizo este crack. Algunos detractores tendrá, sin embargo, son más los que opinan que al club es de lo mejor que en las últimas décadas llegó.

Lo que te corresponde saber, o recordar porque seguramente lo sabes ya, es que Matías Alustiza es uno de los históricos goleadores del Puebla, que anotó cuando nada lo hacía, que marcó golazos a racimos y que con ellos te regaló esas tardes dominicales en el Cuauhtémoc que tanto se añoran. Una Copa, un doblete en Libertadores, el gol del triunfo ante Boca Juniors en la reinauguración del estadio. Goles, goles, goles por todos lados y ante todos los rivales a los que enfrentó con una franja en azul que le cruzó el corazón.

Un día, al término de su primera temporada con Puebla y con apenas algunos goles en su cuenta, Matías pidió a su representante buscar una posibilidad para retornar a Ecuador. A punto de darse el regreso, algo picó el orgullo de Alustiza. Se negó a renunciar; él se dijo dispuesto a ser figura de Puebla. Él, al final, lo logró.

Hoy, el otoño tapiza de ocres hojas los bosques de Puebla. En el otoño de su carrera, Alustiza bien se merece un aplauso, el mejor reconocimiento a quien dio todo por los colores de un equipo al que no le tocó ver como campeón pero que, también hoy y a la distancia, bien lo puede observar coronarse si el Puebla de Larcamón tira al piso la corona que posee como rey del empate y se pone la de monarca, aquella que ya merece y que bien le hace falta.