POR OMAR RODRÍGUEZ
Si uno trata de buscar delanteros letales en la casi octogenaria vida del Puebla seguramente le bastarán los cinco dedos de una mano y quizá dos de la otra para contar a aquellos atacantes que, por sus goles y lo que estos representaron, aportaron a una Franja que, hace apenas unos días, en el Volcán de los Tigres, celebró su aniversario setenta y nueve con una eliminación.
Pero si hablamos de porteros la cosa cambia porque Puebla ha tenido bastantes buenos y otros sobresalientes.
Si nos referimos a las últimas cuatro décadas tenemos que hacer mención de Pedro Soto, uno hombre de trato tan amable y respetuoso que raya en lo asombroso. Él, mundialista con México en una de las peores épocas del Tri, fue el hombre que retó a las Chivas esa tarde de mayo en donde Puebla, en penales y de manera angustiosa, derrotó al Guadalajara para lograr por primera ocasión el campeonato del futbol mexicano.
Después de Pedro Soto, en la parte final de la áurea década de los ochenta, la titularidad del arco poblano fue para el gran e inolvidable Pablo Larios Iwasaki. El Wito, como conocían a Pablo en su círculo cercano y quien curiosamente portaba las sudaderas de importación que le vendía Pedro Soto, llegó de Cruz Azul y en Puebla se convirtió en ídolo. El también llamado Arquero de la Selva fue campeón de Liga con Puebla en esa noche de mayo donde el Cuauhtémoc, durante los primeros minutos de la final ante los Leones Negros, se silenció con el autogol de Roberto Ruiz Esparza y el tanto de Daniel Guzmán. Pero en la parte madura del encuentro vendría el golazo del Chícharo Hernández y las anotaciones de Aravena y Poblete para darle el campeonato a una Franja de la que fue referente Larios Iwasaki.
Ya en los noventa, durante un tiempo corto, la portería de Puebla fue defendida por el hoy director técnico de los Tigres: Robert Dante Siboldi. Con este guardameta, la Franja llegó a cuartos de final donde, en un partido efectuado en el estadio Azteca, el equipo que era dirigido por Alfredo Tena cerca se quedó de pegarle al América.
Más adelante, durante algunas temporadas, Puebla contó con un portero de frente amplia y cabello rubio: el uruguayo Gerardo Rabajda. El arquero charrúa fue de lo mejor que a México llegó durante la década de los noventa y, por ello, a pesar de los años se le recuerda. Hoy, el exportero del Puebla, sigue vinculado al futbol pues es representante de jugadores.
En la época reciente, exceptuando a jugadores como Moisés Muñoz, Puebla ha tenido a guardametas muy seguros como Cristian Campestrini, Nicolás Vikonis y, por supuesto, Antony Silva, quien es el heredero de una gran tradición. Antony, la principal figura de este Puebla, ha defendido de gran manera el arco poblano, sin embargo, parece que su estadía en el club no se prolongará en demasía, pero, lo que le reste de camotero, será bien recibido porque él, con sus actuaciones que rayan en lo heroico, ha podido extender la tradición poblana de tener notables porteros.